El Estado Actual de la Criminología

El Estado Actual de la Criminología - Una Breve Referencia
(Tomado  de Chris Eskridge, El Estado Actual de la Criminología,
Revista Capitulo Criminológico, Vol. 32(4), Octubre-Diciembre 2004, pp. 415-432)


Introducción
Ocasionalmente es útil detenerse brevemente y examinar las cosas para determinar
dónde estamos y considerar hacia dónde necesitamos ir. La criminología académica
tiene, quizás, una mayor necesidad que las demás disciplinas para entregarse a tal
introspección, dada su historia algo complicada. Remontamos nuestras raíces
intelectuales a aquellos que se clasificarían como filósofos (Beccaria), médicos
(Lombroso), abogados (Blackstone), sociólogos (Durkheim), psicólogos (Garófalo), y
politólogos (Vollmer). Y como en el mito del elefante proverbial de Aesop, el
criminólogo es una combinación de todos éstos, pero ninguno de ellos en su totalidad.
En los albores del Siglo 21, la Criminología se ha transformado en algo diferente, algo
absolutamente único que tiende a incorporar a casi todo el resto de las disciplinas de
alguna u otra manera. La Criminología es también una dosis de la realidad política y
social contemporánea, y de este manantial las nuevas ideas y nociones fluyen sin
cesar.

Un Modelo Académico Interdisciplinario
Necesitamos continuar adoptando una perspectiva interdisciplinaria dentro de la
Criminología y la justicia criminal académica. Las ciencias duras y la medicina fueron
dos de los grandes éxitos históricos del Siglo 20. Sin embargo, una visible ausencia en
este gran salto, era el desarrollo de las ciencias sociales y de las ciencias de la
conducta. En un reciente artículo de prensa, Allan Bloom (autor de The Closing of the
American Mind, - El Cierre de la Mente Americana - 1987) criticó a las ciencias
sociales y a las ciencias de la conducta por estar académicamente estancadas. Bloom
plantea que no ha habido nuevas perspectivas, ningún nuevo paradigma, ninguna
teoría de valor o impacto que se haya ofrecido en las últimas décadas. Comparadas
con las ciencias duras y la medicina, las disciplinas tradicionales de la sociología,
psicología, antropología, economía, historia, ciencia política no son comatosas, si no
muertas del todo. La razón primaria que él plantea es un incesto intelectual.

Hay, indiscutiblemente, cierta razón en el argumento de Bloom. Quienes tienen un
doctorado en ciencias sociales dan los trabajos a los suyos. Los sociólogos enseñan a
los sociólogos, psicólogos enseñan a los psicólogos, politólogos preparan a los
politólogos, y el resultado es inevitablemente una cierta medida de atrofia académica
en estos campos. En un ensayo que aparece en la edición de Enero/Febrero l997 de
ACJS Today, Robert Engvall repitió alguna de estas últimas ideas, observando cómo
los profesores tienden a contratar a personas que son versiones más jóvenes de ellos
mismos, lo cual conduce invariablemente a un ambiente académico restringido o
estrecho y de carácter cerrado.

Mientras que  existen algunos grupos de investigadores expertos  en las  ciencias
sociales, no hay nada en estas ciencias sociales y del comportamiento humano que al
menos se le acerque o iguale a la NASA, al Centro para el Control de Enfermedades
de Atlanta, o a la Clínica Mayo. Las consultas multidisciplinarias son la norma del día a
día dentro la ciencia y la medicina. Las viejas barreras en las ciencias duras están
siendo derrumbadas diariamente, con resultados asombrosos. Las ciencias sociales y
del comportamiento simplemente no han comenzado aún a acercarse al ritmo de
desarrollo y progreso en las ciencias duras. Sin embargo, ha habido alguna
contribución meritoria por parte de las ciencias blandas durante el último siglo. Las
ciencias sociales no son tan similares a piedras muertas y frías como presume Bloom,
pero su premisa básica causal es acertada. Hay una carencia significativa en el
intercambio y la fertilización plural en el mundo académico de las ciencias sociales y
del comportamiento, y ello está inhibiendo el crecimiento y desarrollo de estos campos
de estudio.

Quisiera sugerir que gran parte de la razón del aumento algo acelerado de la justicia
criminal y la criminología como campo del estudio en los Estados Unidos ha sido su
diversidad interdisciplinaria. Siendo un campo de estudio marginal en los años l960 y
l970, la justicia criminal estalló sobre la  escena académica en los años l990, en parte
debido a la aparición de la delincuencia como materia fundamental en la mente del
cuerpo político, pero también en gran medida debido a su diversidad académica y a su
carácter multidisciplinario. Actualmente, en Estados Unidos hay más de 1.000
programas académicos que ofrecen licenciaturas y aproximadamente 250 que ofrecen
cursos de postgrado. No es inusual encontrar a los profesores de estos programas con
títulos en historia, psicología, sociología, administración pública, derecho, ciencias
políticas, estudios urbanos, así también como de criminología y justicia penal.
 
Es necesario continuar aferrándose al modelo multidisciplinario que ha abastecido el
contemporáneo aumento bastante  precipitado de la  justicia criminal en el mundo
académico.

La Criminología Fundamentada en la Evidencia
¿Qué sabemos sobre la reducción de la gravedad del crimen?, ¿Qué funciona;
específicamente cuáles programas y políticas operacionales reducen la gravedad del
delito de una manera relativamente constante y uniforme?, ¿Qué programas y políticas
determinadas pueden mejorar nuestras ciudades y vecindarios en un contexto de
justicia y equidad?. Como se ha venido observado en este ensayo y en otros (véase
generalmente Latessa, Cullen y Gendreau, 2002), no sabemos con certeza; carecemos
de conocimientos específicos y de comprensión causal, y lo que implementamos
generalmente carece de evaluación sistemática.

Los criminólogos somos algo parecidos a los médicos del Siglo XVIII. Tenemos
algunas ideas, estamos haciendo progresos, pero todavía tenemos que alcanzar el
estatus de una ciencia madura basada en la evidencia. Carecemos de instrumentos de
diagnósticos consistentes y comprobados, carecemos de un cuerpo definitivo de
conocimientos, carecemos de modalidades de tratamiento generalmente consistentes.
De hecho, no tenemos ningún termómetro criminológico, ningún CAT (Prueba de
Análisis Cerebral) criminológico, ninguna penicilina criminológica. Estamos utilizando
instrumentos relativamente crudos, al igual que los médicos de 1700, y respondemos
en gran medida a los problemas de la criminalidad usando remedios crudos, caseros,
no probados; lo mismo que los médicos de 1700. No podemos despreciar a los
médicos de esa era, ellos hicieron lo mejor posible con los conocimientos y las
herramientas que tenían para ese tiempo. Louis Pasteur no había nacido todavía. Una
vez que él nació, sus descubrimientos llevaron adelante los campos de la bioquímica y
de la medicina a la velocidad de la luz.  La medicina, por supuesto, todavía se está
desarrollando y no posee todas las respuestas. Pero tiene numerosos instrumentos de
diagnóstico comprobados, un cuerpo sólido de conocimientos, una comprensión
epistemológica de causa y efecto, y una amplia variedad de medidas eficaces para
enfermedades específicas y modalidades de tratamiento específicas para los
pacientes.

Este último punto amerita alguna revisión adicional. Hoy en día hay una amplia
variedad de modalidades de tratamiento disponibles. Hay diversas medicinas para
diversas enfermedades, y pacientes con la misma enfermedad a menudo reciben
distintos tratamientos, adaptados a sus necesidades individuales. Es decir, hay
modalidades de tratamiento para diferentes enfermedades y dentro de cada
enfermedad para cada paciente.

En la Criminología y los estudios sobre justicia criminal necesitamos desarrollar la
misma clase de especificidad que vemos en la medicina, pero actualmente ni siquiera
estamos cerca de ese nivel. En esta búsqueda, nos encontramos particularmente
impedidos por nuestra falta de comprensión epistemológica. Por ejemplo, numerosos
estudios han concluido que los efectos de la detención  del agresor en casos de
violencia doméstica  se asocian con una disminución en la reincidencia de la violencia,
pero a medida en que  aumenta la edad de la víctima, la violencia por parte del agresor
empeora si interviene la policía, ¿por qué?, no tenemos la menor idea. Podemos
proporcionar razonamientos del caso  objeto de estudio, pero no tenemos ninguna
explicación sistemática basada en la evidencia.

Quizás la debilidad principal en la Criminología que quiere ser científica es la carencia
de una comprensión epistemológica básica. Un Louis Pasteur criminólogo todavía está
por aparecer para empujar nuestra disciplina a un nuevo paradigma de investigación
científica. Además, lo que se pone en práctica generalmente obedece más a su valor
político que a su mérito científico. A fin de cuentas, la criminología académica está
generalmente contaminada por la criminología política, porque las políticas públicas
tienden a ser una pizca de ciencia (y a menudo de ciencia mala), y un kilo de
ideología. Sugeriría que mucho de lo que se considera como conocimiento en la
criminología actual es un mito; no está respaldada con la evaluación sistemática, y lo
que se pone en práctica, o no,  no se debe a una investigación sólida, sino a la
pregunta omnipresente de todos los políticos, "¿es éste un programa políticamente
aceptable?". Puede no estar apoyado por la evaluación sistemática, pero si resulta
atractivo políticamente será adoptado y si no, el programa tendrá poca oportunidad de
ser puesto en práctica, a pesar de lo meritorio que pueda ser.

Mi campo, nuestro campo, la criminología que quiere ser ciencia, está contaminada por
el poder y la política, que a menudo rinden evaluaciones cuidadosamente elaboradas
pero inútiles en un contexto pragmático. Podemos hablar de criminología científica,
pero ésta tiene un gemelo siamésla criminología política. Nos incumbe como
criminólogos no solo comprometernos con las ciencias criminológicas, sino también
comprometernos con la criminología política si esperamos ver nuestros resultados
tomar un sentido práctico.

Criminología Científica y Criminología Política
Déjenme tratar estas dos ideas...la de que estamos atrasados, parecidos a los médicos
de 1700, y la de que la política contamina nuestro campo, con un par de historias. En
1799, el anterior presidente estadounidense George Washington cayó en cama con
una inflamación séptica aguda de la garganta. Los mejores médicos de la época
concluyeron que él necesitaba ser desangrado, lo cual para esos tiempos era una
modalidad de tratamiento muy común. Pero entre otros efectos, el desangramiento
aumenta la deshidratación. El desangramiento, irónicamente, dio lugar a que George
Washington se deshidratara y muriera, no por la infección de la garganta, sino por las
complicaciones traídas a raíz de la deshidratación. Hoy sabemos que cuando un
paciente contrae una inflamación séptica de garganta, necesita ser hidratado, no
deshidratado. Los médicos de entonces, aún usando los métodos más populares de
tratamiento, hicieron exactamente lo opuesto a lo que debían hacer.

Si la salud de Washington hubiera mejorado, los médicos habrían dicho
probablemente que era debido al sangrado, y quizás hasta habrían citado este caso
como ejemplo del valor de esa modalidad de tratamiento. Pero por supuesto éste
habría sido otro estudio de caso (en vez de una evaluación sistemática), y el
mejoramiento de la salud habría sido a pesar de, y no por el tratamiento que
Washington recibió. Había pocos análisis sistemáticos emprendidos dentro del campo
de la medicina antes de 1700, y por consiguiente éste estaba estancado, esperando
los logros que aportarían Louis Pasteur y otros investigadores que se ocupaban de
examinar las evidencias.

Es interesante observar que sin importar la enfermedad, los médicos de esa época
recurrían generalmente a dos métodos básicos de tratamiento  el desangrado y el
láudano, métodos estos que nunca habían sido sistemáticamente probados y
generalmente empeoraban la salud de la gente. Esto no es muy diferente a los
criminólogos políticos de hoy en Estados Unidos  si robas un coche, debes ir a la
prisión, si cometes un asalto, vas a la prisión, si usas drogas, vas a prisión. Ahora
tenemos más de dos millones de personas tras los barrotes en los Estados Unidos,
aunque sabemos que el encarcelamiento generalmente empeora a la persona. El
encarcelamiento es un programa fallido, una política que no funciona, pero es
políticamente popular y por eso se continúa utilizando, en gran medida para el
detrimento de las personas y de la sociedad. Los programas para devolver las armas
de fuego han demostrado ser ineficaces, pero son muy populares y por eso se
adoptan. El programa DARE (planes preventivos sobre el uso de las drogas para niños
y adolescentes) es otro que ha sido empíricamente invalidado, pero tan popular que
aún continúa en uso. En gran medida, la mayoría de los programas de prevención del
delito que utilizamos en los Estados Unidos no han sido sistemáticamente evaluados.
Esta es una situación interesante. Imagine una empresa farmacéutica que introduce
una nueva medicina al público que todavía no ha sido probada adecuadamente ni
aprobada por la Administración de Alimentos y Drogas (FDA, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, la bibliografía criminológica estadounidense está repleta de
descripciones de programas criminológicos implementados sin previa prueba.
Necesitamos una FDA criminológica. Ningún programa debe ser implementado hasta
que no haya sido probado adecuadamente, hasta que se haya sometido a una repetida
y cuidadosa evaluación sistemática y cuantitativa.

También debemos considerar el hecho que hay programas que se han demostrado
viables mediante la evaluación sistemática, pero no son políticamente interesantes.
Esta situación no se limita a la Criminología. Consideremos, por ejemplo, el caso del
Dr. Joseph Goldberger. Enviado por el gobierno de Estados Unidos a los estados del
Sur en una tentativa para descubrir la causa y la cura para la pelagra, una enfermedad
que estaba devastando esa zona de nuestra nación, él descubrió que la enfermedad
se debía a una carencia de niacina en la dieta de sus habitantes. Dr. Goldberger,
judío, comenzó a retransmitir sus resultados a esta comunidad sureña. Fueron
sencillamente rechazados, debido en parte al hecho que él era judío, y en parte debido
al hecho de que él era del norte, asi como tambien al miedo xenófobo al cambio en
general. Con el tiempo, el gobierno federal lo retiró de la zona gracias a la animosidad
que encendió en el Sur en esta materia. Murió con la convicción que había encontrado
la causa y la cura de la pelagra, pero infinitamente frustrado porque no le fue posible
difundir su hallazgo. Como una vez cantó Stevie Wonder, “...no hay peor ciego que el
que no quiere ver…”.

Este caso subraya la necesidad de los criminólogos científicos de reconocer que hay
realmente dos campos que deben ser superados si se quiere producir algún impacto
esos campos son la criminología científica y la criminología política. Pese a su
fundamento cuantitativamente establecido, un programa para quitar las armas de
fuego del público americano simplemente no va a materializarse, a pesar del hecho de
que tal política definitivamente resultaría en menos asesinatos. No son temas
políticamente atractivos. Hay verdades políticas y verdades científicas. Nuestro papel
como criminólogos no es solo descubrir las verdades científicas, sino también
incorporarnos a las actividades que crean un ambiente donde estas verdades
científicas pueden ser implantadas.

Finalmente, debemos reconocer que hay algunos programas que parecen funcionar
(impactan positivamente sobre el crimen y la modernización de las operaciones del
sistema de justicia) y por lo menos ahora se consideran políticamente aceptables el
Proyecto Arranque con Ventaja (Project Head Start), policía comunitaria, el proyecto
ADAM (Proyecto para Monitorear el Uso de Drogas entre Personas Arrestadas por la
Policía), los centros de resolución de conflictos en los vecindarios, el patrullaje de
zonas calientes y el proyecto ROP (vigilancia especial para los reincidentes retornados
a la comunidad). Estos y otros programas e ideas parecen funcionar bien de manera
generalmente uniforme a través de distintas jurisdicciones y regiones en Estados
Unidos, pero todavía está por verse si estos programas son transferibles a otros
países y culturas. Solamente mediante la evaluación sistemática lo sabremos por
seguro.

Conclusiones
Atenuaría esta discusión con el pensamiento de que el modelo que propongo
(esparcimiento de una educación de justicia criminal interdisciplinaria, evaluación
sistemática, eficacia policial) se torna completamente inconsecuente cuando es
examinada bajo el contexto dinámico y complejo del mundo socioeconómico y político.
Como pudo notarse al comienzo de este ensayo, cualquier numero de eventos
parecidos a un Armagedón (hambruna mundial, detonaciones de armas de destrucción
masiva en áreas urbanas, reducción significativa al acceso de recursos energéticos,
etc) tendrían obviamente una influencia mucho mayor  en los factores del crimen global
y conductas desviadas que cualquier modelo que pudiese  proponer. Sin embargo,
todavía como criminólogos podemos a nuestra manera y en nuestra misma esfera
ofrecer mucho. “El deber principal de la sociedad es la justicia” escribió el estadista
norteamericano Alexander Hamilton hace unos 200 años atrás. De ser tomado o
puesto en práctica el modelo propuesto, podríamos mejorar los lugares, ambientes en
que vivimos, y como resultado la justicia y la equidad serian visitantes más frecuentes
en nuestro hogares, vecindarios, naciones así como en nuestro mundo.

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*Traducción de Wendy Quintero